En México, en el año 850 de nuestra era, se iniciaba el auge de los toltecas. La era gloriosa de Teotihuacan había pasado a la historia. Las Pirámides comenzaban a ser abandonadas para terminar en el panteón de la historia. En Europa, el Imperio Carolingio acaba de ser dividido entre los tres hijos de Carlomagno: Lotario, Luis el Germánico y Carlos el Calvo. El mundo islámico se engalanaba con las dos ciudades más cultas de Occidente: Córdoba y Baghdad, centros donde se cultivaba la poesía, las matemáticas, la astronomía y la medicina. En el extremo oriente, China vivía uno de los períodos más prósperos de su historia con la dinastía Sung… y en Rusia, aquella misteriosa tierra de estepas heladas, solo los vikingos suecos se atrevían a remontar los ríos en busca de tierras y riqueza. Rurik, el jefe de estos bárbaros del Norte, fundó primero la aldea de Novgorod, en la actualidad una de las más bellas ciudades históricas de Rusia. En 1862, el Zar Alejandro II inauguró el Monumento al Milenio, conmemorando la fundación de Rusia en Novgorod. Sin embargo, no fue en esta ilustre ciudad donde nació el que llegaría a ser el país más vasto del mundo. Este honor le corresponde a Kiev, actual capital de Ucrania. Cuando los vikingos llegaron a estas tierras meridionales sobre las costas del Mar Negro, encontraron un clima más hospitalario, tierras negras (aún consideradas como las más fértiles del mundo) y un mar para embarcar sus sueños en aventura y libertad.

El príncipe Oleg de Novgorod trasladó la capital de su incipiente imperio a Kiev. Gobernó hasta el año 912 d. C. Fue sucedido por Igor, por Olga de Pskov, por Sviatoslav, Yaropolk y en 980 d.C. por Vladimir el Grande. Cuenta la leyenda que Vladimir, impulsado por el deseo de dar a su gente una religión más estructurada que el confuso amasijo rupestre de creencias tribales, envió embajadores a Persia, Jerusalén, Alemania y Constantinopla para conocer de cerca las prácticas religiosas de diferentes países. El Islam fue rechazado de inmediato… ¿una religión que prohibía a un pueblo de cosacos el consumo de alcohol?, impensable. El judaísmo también fue rechazado, ¿cómo creer en un dios que ni siquiera podía proteger a su ciudad santa? (en ese tiempo Jerusalén estaba en poder de los musulmanes). El cristianismo tampoco era aceptable… un credo promotor de la culpa y la conciencia del pecado, imposible. Cuando regresó el embajador enviado a Constantinopla, describió la magnitud y esplendor de la Basílica de Santa Sofía… los iconos dorados, los cánticos y la belleza de los iconostasios. Vladimir se hizo cristiano ortodoxo, se hizo bautizar y mandó a bautizar a su pueblo. Desde entonces, Ucrania y Rusia son ortodoxas (salvo durante el período soviético cuando el ateísmo se convirtió en la ‘religión’ de la nación).

El principado de Kiev comenzó a desmoronarse en 1125 d.C. Después de una procesión de casi cincuenta príncipes en solo cien años, Kiev fue forzado a someterse al yugo de la Horda Dorada de los mongoles. Entonces comenzó el largo peregrinaje a través de una historia de opresión bajo distintas férulas: mongoles, tártaros, lituanos, polacos, la Rusia de los Zares, la Unión Soviética, los nazis. A lo largo de ochocientos años, el pueblo ucraniano vivió continuamente episodios de terror inenarrable: prohibiciones de hablar su lengua por considerarla como una degradación del ruso, intentos de exterminar la identidad ucraniana para disolverla en la homogeneidad rusa, el Holodomor o Genocidio de Ucrania en el que murieron millones de ucranianos despojados de sus tierras como parte del programa de colectivización de Stalin. 

Ahora, hace menos de un mes, la soberanía de Ucrania vuelve a estar amenazada. No sé,  los por qué?. No me atrevo a opinar de política de la que ignoro todo. Pero creo, presiento que a pesar de las colosales fuerzas bélicas que puedan usar de pretexto para batirse los campos de tierra negra y las ciudades de Kiev, Odessa y Lvov;  Ucrania, la Ucrania apasionada y sensible, aún tiene mucho que aportar a la cultura universal.

Ilya Repin (1844 -1930), en mi opinión, el más grande pintor ‘ruso’ de la historia, era ucraniano. Un día llegaron a sus manos dos cartas. Una del sultán otomano Mohamed IV al jefe de los cosacos zapórogos, exigiéndole unir a Ucrania como súbdito del Imperio Otomano. La respuesta de los cosacos era la otra carta, la más soez que he leído. Es una obra maestra de arte bajo, la ordinariez del texto es exquisita. Me imagino cuántos jefes de estado hubieran deseado enviar cartas como ésta a sus homólogos y tuvieron que plegarse a las hipocresías del estilo diplomático. Ilya Repin, el pintor, realizó varios viajes a Ucrania a lo largo de 10 años para hacer bocetos y retratar a auténticos cosacos y representarlos en una épica pintura en este momento de la historia de Ucrania. Cada rostro de la obra es una profunda representación no solo de las facciones e indumentarias de los cosacos, es toda una ‘tomografía’ del espíritu salvaje, indómito y violento de aquellos guerreros legendarios que cabalgaron sobre las campiñas de tierra negra.

Tuve la oportunidad de regresar a Ucrania a inicios de este siglo, acompañando a un grupo. Visité Lvov, sorprendente ciudad antigua, llena de edificios neoclásicos, visité también Odessa y Kiev. Kiev, la madre de Rusia, la ciudad Santa. Durante el día libre en la capital ucraniana, mientas el resto de mi grupo un tour de un día a Chernikov, aproveché para caminar y disfrutar de verdad la ciudad. Visité nuevamente el monasterio de Las Cuevas y regresé a la iglesia de Santa Sofía. No quería irme de ahí sin ‘saborear’ toda la historia y las plegarias emanadas por las cúpulas de oro. Sentado en una pequeña barda, interrumpió mi estado contemplativo una chica vestida de rosa. Uno de los seres más hermosos que he visto en mi vida… incluyo humanos, aves, felinos y galaxias… ¡qué mujer! … solamente la vi, ‘la dejé pasar’ como dijo Amado Nervo. Me quedé sin alma un buen rato, como azorado y reclamándome por qué no me atreví a preguntarle si era de verdad o no.

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Anexo como una ‘post scriptum’ la carta de respuesta de los cosacos al sultán otomano. Advierto: es una carta llena de majadería, pero insisto: una obra maestra en su estilo vulgar.

¡Cosacos zaporogos al sultán turco!

Oh sultán, demonio turco, hermano maldito del demonio, amigo y secretario del mismo Lucifer. ¿Qué clase de caballero del demonio eres que no puedes matar un erizo con tu culo desnudo? Cuando el demonio caga, tu ejército come. Jamás podrás, hijo de perra, hacer súbditos a hijos de cristianos; no tememos a tu ejército, te combatiremos por tierra y por mar, púdrete!

¡Sollastre babilónico, loco macedónico, cantinero de Jerusalén, follador de cabras de Alejandría, porquero del alto y bajo Egipto, ladrón de Podoliacatamita tártaro, verdugo de Kamyanéts, tonto de todo el mundo y el inframundo, idiota ante nuestro Dios, nieto de la serpiente y calambre en nuestros penes. Morro de cerdo, culo de yegua, perro de matadero, rostro del anticristianismo, ¡fóllate a tu propia madre!

¡Por esto los zaporogos declaran, basura de bajo fondo, que nunca podrás apacentar ni a los cerdos de los cristianos. Concluimos, como no sabemos la fecha ni poseemos calendario; la luna está en el cielo, es el año del Señor, el mismo día es aquí que allá, ¡así que bésanos el culo!

Firmado: Koshovýi OtamánIván Sirkó y toda la hueste zaporoga