Tesoros de la National Gallery de Londres

Los agentes de viajes, sobre todo los viejos, somos una raza deformada por tanto viajar.  Para la mayoría, las razones que nos vinculan emocionalmente a nuestras ciudades favoritas, suelen ser peculiaridades casi extravagantes o incluso pueriles. Tengo un colega enamorado de Madrid, al que le importa un comino el Museo del Prado, o cualquiera de las otras colecciones (Reina Sofía o el Thyssen Bornemisza)… su pasión es sentarse a media mañana en la terraza de la Pastelería Mallorca en la calle de Serrano a leer el periódico y ver pasar a la gente. Eso lo hace todos los días. Come con su mujer a mediodía y en las tardes camina a solas por la Gran Vía y termina su jornada tapeando con sus amigos madrileños en el Mercado de San Miguel.

En mi juventud, cuando tenía todas las curiosidades despiertas, visitaba todo lo que podía, exploré decenas de museos en cuanta ciudad me topaba y exploré calles, callejones, iglesias y plazuelas. Durante mucho tiempo mi preferencia en Europa estaba dividida entre Londres y París y siempre preferí la National Gallery sobre el Louvre. De hecho, ahora, lo único que no puedo dejar de ver cuando he ido a Londres son algunas pinturas: entre ellas una es el retrato de Manon Balleti, una muchacha que estuvo perdidamente enamorada de Casanova, el boceto de la Virgen, Santa Ana, San Juan y el niño de Leonardo da Vinci y La Venus del Espejo de Velázquez; exploré sus rincones y me sentí pleno con su riqueza y su fascinante personalidad, el único sitio que no puedo dejar de visitar es la National Gallery.

Retrato de Manon Balleti

Manon Balletti, 1757. Óleo, 54 x 47
Jean Marc  Nattier (1685 – 1766)

Cuando Giacomo Casanova escapó de la prisión del Plomo en Venecia, huyó a París y conoció a la hermana de su mejor amigo, esta hermosa muñeca de porcelana llamada Marie Madeleine Balletti, “Manon”, quien a los 18 años de edad se hizo amante del aventurero. A pesar de las reiteradas infidelidades del más célebre Don Juan de la historia, ella lo siguió amando con una pasión y una ternura fuera de lo común sobre todo en la Francia galante del siglo XVIII; prueba de ello son las 42 cartas de amor que Manon le escribió a Casanova en las que expresa su profunda pasión y ternura llamándole ‘mi amante, mi esposo, mi amigo’. En una ocasión le regaló al célebre libertino un par de aretes de diamantes para cubrir las deudas que lo llevaron a la cárcel en París. Años después Manon se casó con Jacques Blondel, un famoso arquitecto; Casanova se lamentaba de su incapacidad de serle fiel a aquella ‘encantadora y pura mujer’ y sufrió una ‘decepción’ que lo marcó toda su vida cuando ella finalmente se comprometió con otro.  

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