Mientras se reunía el grupo, Loula recobraba el aire. La subida hasta la Puerta de los Leones, en la tres veces milenaria ciudad de Micenas en Grecia, había dejado exhausta a nuestra guía Loula. Una mujer hermosa, entrada en carnes y en años, pero todavía muy atractiva. Con su voz de bruja describió, cómo Agamemnón, caminó hasta la puerta de Micenas. Hablaba pausadamente, con voz fuerte, muy clara. Atrás de él venía su amante, Casandra, la bellísima hija de los reyes de Troya, quien poseía el don de la adivinación del futuro, pero por una maldición de Apolo nadie creía en sus predicciones. Clitemnestra, la esposa de Agamemnón, recibió al héroe y a la concubina con excesiva efusividad. Loula nos declamaba pequeños fragmentos de la Orestíada de Esquilo, para ilustrarnos la escena. Después de una breve síntesis de la historia, con frases sueltas de la tragedia, Loula ilustraba el odio guardado de la Reina contra Agamemnón, sobre todo, por haber sacrificado a su hija Ifigenia, para obtener de la diosa Artemisa vientos favorables para la navegación hacia Troya. Con su voz rasposa, pausada, llena de matices y muy elocuente, nuestra guía nos tenía hipnotizados. Casi podíamos ver las cortinas del palacio, el baño vaporoso y perfumado y la repentina embestida de Clitemnestra, convertida en una arpía diabólica apuñalando al infeliz Agamemnón.

“Por dos veces le he herido y caído ya, le he herido con un tercer golpe y el Hades, guardador de muertos, se ha regocijado! Así es cómo, al caer, ha entregado el alma. Jadeante, me ha regado con el surtidor de su herida, negro y sangriento rocío, no menos dulce para mí que lluvia de Zeus para las espigas”.   

Cuando Loula repitió estas palabras de Esquilo, lo hizo muy lentamente. Su voz ronca parecía surgir del averno… y al decir “me ha regado con el surtidor de su herida, negro y sangriento rocío” cerró los ojos, levanto las manos y rugió las palabras en un grito… nos erizó la piel a todos. En aquel instante Micenas había cobrado vida… los turistas mexicanos convertidos en fantasmas del futuro, presenciamos la despiadada escena de un asesinato en la Edad Homérica, asustados y conmovidos desde un balcón en el siglo XX. 

Con Loula visitamos Epidauro y su espectacular teatro griego, casi en perfectas condiciones. Ahí nuestra guía nos contó el resto de la historia de la familia de Agamemnón. “Atreo, padre de Agamemnón, se enteró un día que su esposa le engañaba con Tiestes, su propio hermano. La venganza de Atreo fue radical: arrojó a su esposa al mar y fingiendo desear hacer las paces con su hermano lo invitó a cenar. El platillo principal fue un suculento potaje, cuya receta no nos ha llegado a nuestros días, pero fue la delicia para Tiestes. Royó los huesos hasta chupar el tuétano y con trozos de pan sopeó el caldo hasta dejar limpio el plato. Francamente complacido con el banque, Tiestes preguntó a su hermano Atreo detalles del magnífico platillo. Entones, los esclavos del anfitrión llevaron ante Tiestes, el “invitado de honor”, un platón con las cabezas, manos y pies de sus hijos.

Con estas historias, dramatizadas en forma lírica y desgarradora por Loula, paladeamos el sabor agrio y corrosivo de las tragedias griegas. En Delfos, nuestra guía nos introdujo al ‘ciclo tebano’, como ella llamaba a las tragedias de Edipo y Antígona. Sentada en las gradas, al borde del foro del teatro de Delfos, enmarcado por montañas heridas por la barranca abierta hacia el mar, a la Bahía de Itea, nuestra guía nos describió el suicidio de Yocasta, la reina de Tebas, cuando se percata del incesto cometido con su hijo, con quien ha parido cuatro vástagos. Edipo, enloquecido de culpas, parricidio, incesto y el suicidio de su esposa y madre, se arranca los ojos. Esta es una de las escenas más violentas del teatro universal, y Loula, declamando fragmentos de Sófocles, alumbrada de rojo por un inmenso crepúsculo sobre el Monte Parnaso, nos hizo sufrir la tragedia para no olvidarla jamás.

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Siete lecciones que aprendí de Loula sobre el arte de ser guía de turistas:

1. El guía es un guía, no un profesor de historia. No es necesario recitar fechas, ni nombres de reyes o héroes. Los turistas olvidan todo esto. Cuando se interesan por alguna fecha o el nombre de algún rey o personaje, lo preguntan. Por esto es importantísimo estar muy preparados en los temas.

2. Las explicaciones deben ser breves. Hay que sintetizar las historias a un grado que cualquier niño pueda entenderlas.

3. Condimentar las disertaciones cuando venga al caso, con un poco de violencia, sexo, adulterios, celos y venganzas, siempre confiere a la explicación de un colorido

4. Es necesario educar la voz y sobre todo la actitud. La voz debe ser clara y potente, cuidando que sea siempre entendible. El discurso debe matizarse con notas altas, bajas, sugerentes, intensas y dramáticas (solo cuando sea oportuno).

5. El léxico debe ser sencillo, sin ‘culteranismos’.

6. El uso de historias, simplificadas y abreviadas, es siempre un recurso para atrapar la atención de los turistas.

7. Entusiasmo.